[cmsms_row data_width=”boxed” data_padding_left=”3″ data_padding_right=”3″ data_color=”default” data_bg_position=”top center” data_bg_repeat=”no-repeat” data_bg_attachment=”scroll” data_bg_size=”cover” data_bg_parallax_ratio=”0.5″ data_padding_top=”0″ data_padding_bottom=”50″][cmsms_column data_width=”1/1″][cmsms_heading type=”h1″ font_weight=”normal” font_style=”normal” text_align=”left” margin_top=”0″ margin_bottom=”20″ animation_delay=”0″]La oenegé Acathi ayuda a integrar a inmigrantes gays y lesbianas en el centro cívico del Bon Pastor[/cmsms_heading][cmsms_text animation_delay=”0″]
La explicación sobre el origen de la entidad no puede ser más clara. «Nos dimos cuenta de que dentro de las asociaciones del colectivo LGBT (siglas que engloban a lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) no existían espacios para hablar de los problemas de los inmigrantes, ya que no era su materia; y dentro de las asociaciones de inmigrantes no cabía hablar de homosexualidad», resume con lucidez Rodrigo Araneda, presidente de Acathi, una asociación para la integración de homosexuales, bisexuales y transexuales que tiene su sede en el centro cívico del Bon Pastor.
Ese sentimiento de que había que buscar un espacio propio nació en el 2003 entre un grupo de latinos residentes en Barcelona, quienes tuvieron siempre muy claro que tenían que llegar a personas «de todas las nacionalidades». Hoy por hoy, ocho años más tarde, atienden a unas 400 al año de casi todos los continentes, aunque la gran mayoría siguen siendo latinos… y hombres.
Al principio se instalaron en Sants, en el local de la Coordinadora LGBT, pero en seguida vieron que estar allí suponía una barrera para muchos. «Concertábamos citas con personas que llamaban por teléfono y, al llegar al local y observar que era la sede de la coordinadora LGBT, no entraban», explica Araneda, quien insiste en que en muchas culturas es difícil identificarse como homosexual. Para romper esa barrera tanto psicológica como física, se trasladaron a un pequeñísimo despacho en el centro cívico del Bon Pastor.
«Estar aquí nos ha ayudado a llegar a mucha más gente», asegura el activista. Al encontrarse en un centro cívico, los inmigrantes pierden el pudor a entrar, a que les señalen. Además, el hecho de ubicarse en un lugar más alejado del centro, hace que muchos pierdan el temor a ser vistos. «Aquí vienen más africanos y musulmanes que a Sants», por ejemplo, apunta Oswaldo del Castillo, otro de los socios más activos de la entidad.
Sexualidad y subsistencia
El elemento primordial para todos los inmigrantes es la subsistencia, y muchas veces esa necesidad de asegurar la supervivencia es una traba para mostrar su sexualidad. «¿Cómo digo que soy gay en mi comunidad si quien me ofrece apoyo y comida es la parroquia del barrio donde, lógicamente, la noticia no sería bien recibida?». Aunque hay consultas comunes y repetidas
-sobre el matrimonio homosexual, sobre la regularización, sobre dónde buscar recursos, orientación legal o laboral, etcétera-, los temas identitarios también son muy variados, en función de la procedencia del individuo.
«En algunos países el hombre que penetra sexualmente a otro no es considerado gay, sino más hombre», cuentan en la asociación a modo de ejemplo. Así, estos hombres dicen no sentirse gays, pero sí necesitan saber dónde encontrar compañeros para mantener estas relaciones. «Las maneras de ligar son muy distintas en cada cultura. Cada lugar tiene sus códigos y las personas que llegan aquí y no los conocen ni saben dónde aprenderlos lo pasan mal», dice Araneda.
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